martes, 22 de abril de 2014

Tricornios penitentes, Gitano.

Tengo que confesarte, que aunque pasen los años no me olvido de ti.

Se me quedó clavada en el alma tu espalda morena, una de esas mañanas en las que el cielo azul nos engalanaba a los dos después de una noche de locura, pasión y amores inconfundibles.

Esas que nos hacían perfectos.

Tu paseando tus manos por nuestras caras en esas calles que tantos nos gustaban, oscuras y largas de la Primavera, mientras nosotros te coronábamos el Señor de la Madrugá.

La bendita Primavera que se unía a nuestra locura y perfumaba tus chicotás con los sones mas celestiales.

Fue ella también la que quiso que lo nuestro fuera eterno. La que por mucho que pasen los años, los meses, las semanas, los días, las horas, los minutos y los segundos, esté siempre pensando en que esto no tiene final.

No puede tenerlo.

Han pasado años, si. Y ya los tricornios dejaron de seguir como una marea de legionarios tu talón moreno. Lo sabemos todos.

Pero lo que ellos no saben, ni se imaginan, es que los dos soñamos día tras día con volvernos a ver y sentir, contarnos tantos secretos al oído, llorar en cada rincón y que nos seques las lágrimas con tanta delicadeza para que nadie sepa lo que hemos sufrido sin ti.
Ese día tendrá que llegar, y seguramente los dos correremos por los callejones como adolescentes y retumbaremos en cada esquina, plaza y Campana como si no hubiera una noche más en el universo, mas bonita y elegante que cualquiera que podamos vivir en esta bendita ciudad.

Hasta entonces, nunca podré callarme, por mucho que revienten ellos por no estar a la altura de nuestro amor eterno, y reviente yo, por saber que ahora otros labios besan tus pies, que jamás habrá mayor orgullo que recordarte con una legión de tricornios detrás de tu cruz.

Mientras tanto, confiaré en que hoy queda un día menos, por Tientos.










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